Hemos
entendido la atenuación verbal como un recurso que permite a los participantes
en una situación comunicativa tomar una cierta distancia de los demás.
El hombre es un animal de no contacto que necesita, para vivir, resguardar
su territorio físico y su imagen social. Sin embargo, no puede separarse
de sus congéneres hasta el punto de perder total contacto con ellos.
La paradoja está, entonces, en que el hombre necesita de la cercanía
de los demás, pero debe mantener con ellos en todo momento una cierta
distancia. Esa distancia varía de acuerdo con el tipo de relación
que se establezca entre las personas. Muchas interacciones están socialmente
fijadas, en ellas sólo hace falta atenerse a las reglas sociales de
comportamiento para ver garantizada la salvaguardia de la propia imagen. La
distancia, en estos casos, se consigue mediante un cierto grado de impersonalización
en las relaciones. Encontramos un claro ejemplo de este tipo de relaciones
en el funcionamiento de la burocracia. Enfrentados a ella todos somos 'iguales'.
Para realizar una operación bancaria, el funcionario no necesita poder
identificarnos por nuestro nombre propio. De ahí que se diga que, en
determinadas ocasiones, 'no somos más que un número'. Dejar
de ser un número supone presentarnos con las características
personales que nos distinguen de los demás. Pero no siempre nos está
permitido hacerlo y, en las situaciones en las que más cómodamente
podemos hacerlo -como cuando hemos vuelto a casa después de una jornada
de trabajo-, también nos encontramos con una serie de pautas que unifican
nuestro comportamiento y nos asimilan a los demás. Si estos modos estandarizados
de actuar no existieran, si cada uno de nosotros fuera 'a la suya', 'el mundo
no funcionaría'. La responsable del papel normalizador de nuestros
actos es la cultura. Podríamos establecer la siguiente relación:
A menor distancia entre las personas, mayor peligro de ser invadidos por los
demás y, por lo tanto, mayor necesidad de recurrir a la atenuación.
A mayor distancia entre las personas, menor peligro de ser invadidos por los
demás y, por lo tanto, menor necesidad de recurrir a la atenuación.
- distancia => + peligro de invasión = + atenuación
+ distancia => - peligro de invasión = - atenuación
La
relación nos parece evidente; sin embargo, somos conscientes de la
contradicción que encubre. Existe un continuo entre la distancia que
impone la cultura y la que, en el ámbito del lenguaje, impone la atenuación.
Nada nos impide considerar las pautas de comportamiento que nos garantizan
la salvaguardia de las distancias en determinadas situaciones -como la que
mencionamos de la transacción bancaria- como macro recursos de atenuación.
Restrinjámonos ahora al ámbito del lenguaje. Un claro determinante
de la distancia que se establece entre los participantes de la interacción
comunicativa es la que impone el canal. La comunicación cara a cara,
la conversación -dada la copresencia de los interlocutores- es la forma
de interacción en el que las personas están más cerca.
La escritura, por su parte, es la que mantiene más distantes a los
participantes en la comunicación verbal. De ahí que la atenuación
sea más productiva en la conversación que en la escritura.
Retomemos nuestro esquema:
conversación:
-distancia => + peligro de invasión = + atenuación
escritura: + distancia => - peligro de invasión = - atenuación
Tanto
en la interacción oral como en la escrita, la distancia entre los participantes
varía según cuáles sean sus niveles de formalidad. La
relación es directa: a mayor formalidad, mayor distancia. Un comportamiento
formal es un comportamiento acorde a las pautas fijadas socialmente, o, si
se quiere, acorde a las formas establecidas. La formalidad implica uniformidad
de comportamientos y, por lo tanto, algún grado de renuncia a manifestar
la individualidad. La formalidad, como la atenuación, es un recurso
para instaurar distancias. Reformulemos lo que llevamos dicho. En las relaciones
interpersonales es indispensable la existencia de una distancia entre los
participantes. Si esa distancia está dada por la formalidad de la situación
comunicativa, los participantes, protegidos por ella, no necesitarán
recurrir a la atenuación. La propia situación, en este caso,
les impide acercarse peligrosamente unos a otros y, por otra parte, les permite
obtener beneficio de la interacción sin necesidad de hacerlo. Si nuestro
propósito es comprar un kilo de manzanas, la interacción con
el vendedor de fruta se habrá logrado para ambos si, al final de ella,
yo tengo mis manzanas y él se ha deshecho de ellas.
Si, por el contrario, se trata de una situación comunicativa informal,
los participantes, para lograr mantener entre sí la distancia que los
proteja -y que esta vez no les facilita la formalidad de la situación-,
se verán en la necesidad de recurrir a la atenuación.
Volvamos a nuestro esquema dejando de lado el motivo de la necesidad de la
distancia.
- formalidad => - distancia = + atenuación
+ formalidad => + distancia = - atenuación
Si hablamos de diferentes tipos de conversaciones, la coloquial -gracias a su informalidad- es la que menor distancia impone a los interlocutores. Por lo tanto, será en ella donde por excelencia se dé la atenuación. La informalidad no es la única característica de una conversación coloquial, pero las demás -marco de interacción familiar y temática no especializada- dependen de que esta se dé. En la conversación, entonces:
+ coloquial => - distancia = + atenuación
En la escritura, las cartas informales -precisamente porque lo son- son las que más tienen de común con la conversación coloquial y, por lo tanto, será en ellas donde encontremos más manifestaciones de la atenuación.
La atenuación en Chile y España
Dijimos
que la actitud del hablante chileno en la conversación está
determinada por una mayor deferencia hacia el interlocutor. El hablante español,
por el contrario, se caracteriza por un mayor predominio del su yo.
Si estamos en lo cierto, esto podría contribuir a explicar la mayor
productividad de la atenuación en Chile.
Respecto a las distancias, podemos decir que la deferencia hacia el oyente
establece una proximidad entre los interlocutores.
Por su parte, el predominio del yo del hablante marca una distancia con el
oyente. De este modo, la mayor atenuación verbal de Chile podría
ser necesaria por la relación más estrecha que en la conversación
el hablante establece con el oyente.
+
deferencia hacia el hablante => - distancia = + atenuación
- deferencia hacia el hablante => - distancia = + atenuación
+predominio
del yo del hablante => + distancia = -atenuación
-predominio del yo del hablante => - distancia = + atenuación
El
concepto de atenuación nos llevó a considerar una serie de características
de nuestro castellano que por lo general se estudian de forma aislada. Nos
permitió también tender un puente entre fenómenos lingüísticos
y una actitud de los hablantes. Si la lingüística se ocupa del
estudio de los primeros, hacen falta otras disciplinas humanistas para hacerse
cargo de la actitud de los hablantes. Dejamos, de este modo, señalado
un camino para emprender nuevos estudios de carácter interdisciplinario.