Desde mi primer tiempo en España, cuando todos los sentidos vagaban vigilantes y atentos a los contrastes que España tiene con Chile -mi país de origen-, llamó poderosamente mi atención una serie de ocurrencias lingüísticas que dan cuenta de una actitud muy diferente del hablante chileno a la del español cuando hacen uso de la que, sin embargo, es nuestra lengua común: el castellano. El contraste de nuestro castellano con el que encontramos en España se revela en muy diversos sentidos.
Me propongo, aquí, aunar y sistematizar las expresiones lingüísticas que marcan esa diferencia, utilizando como criterio ordenador la actitud de los hablantes. Soy consciente de que haber estado en España, conviviendo con el uso del español según la norma peninsular, es haber estado en una situación de privilegio para observar el lenguaje en su uso. Por eso, adoptaré para este trabajo un enfoque pragmático.
Si corresponden a determinadas "visiones de mundo", estas diferencias entre nuestro castellano y el peninsular darán cuenta de una diferente actitud de los hablantes. Con el propósito de reflejarla, debo realizar un estudio globalizador, holístico. Busco indagar los aspectos en los que se manifiesta lingüísticamente una actitud de los hablantes en su interactuar. Debo, por tanto, renunciar al estudio de algo demasiado específico. Por eso, me parece adecuado partir de un término que por sí solo sea capaz de connotar una actitud humana. Ese término es: atenuación.

Nuestro trabajo consta de tres grandes apartados. En el primero indagamos en los fundamentos teóricos de la atenuación. Nos preguntamos por la razón de su existencia en el lenguaje. En el segundo nos interesamos por la forma en que funciona. En el tercero, por último, ilustramos, de diversas maneras, el modo en que se manifiesta la atenuación en el castellano de Chile y damos cuenta de algunas diferencias con el español peninsular.
El estudio teórico nos llevó a identificar la atenuación con el gesto de tomar distancia. El fundamento de dicho gesto debe ser buscado más allá del propio lenguaje, en la antropología, en la sociología y en la psicología.
Para explicar de qué busca distanciarse el hablante, consideramos los cuatro elementos que conforman la situación comunicativa según el modelo de la teoría comunicacional de Shannon y Weaver, ya expuesta en el ámbito del estructuralismo clásico por K. Bühler, a saber: el emisor, el mensaje, el destinatario y el canal.
Con posterioridad, siguiendo el modelo propuesto, nos ocupamos del modo de manifestarse lingüísticamente la atenuación en Chile. Ilustramos la práctica del emisor -muy extendida en nuestro país- de distanciarse de su propio yo.
Luego damos cuenta de la distancia que el hablante asume respecto del mensaje. Con este propósito, hacemos un somero dibujo de la sociedad chilena. Su objetivo es doble: por una parte, nos permite resaltar una serie de cuestiones cuyo tratamiento es conflictivo y a las que el hablante chileno hace referencia de un modo atenuado. Por otra, al contrario, nos permite señalar determinados asuntos tratados por los hablantes del habla culta de Santiago de forma taxativa y categórica, sin recurrir a la atenuación.
La jerarquía social de las personas es un factor determinante del tipo de relación que establecen entre sí. Mostramos el modus operandi de la atenuación entre personas que, gracias a su estatus similar, establecen entre sí relaciones recíprocas. Mostramos, así mismo, la atenuación verbal entre personas con un estatus socio-económico marcadamente distinto y, por lo tanto, entre las que se establece una relación de tipo no recíproca.
Lo anterior nos lleva a establecer una distinción entre dos tipos de cortesía: una cortesía sin más y aquella que consentimos en denominar cortesía "señor-criado". En esta última, la atenuación se manifiesta, básicamente, cuando un hablante de menor estatus social se dirige a otro de uno mayor. Podemos conjeturar que la marcada estratificación social de nuestro país es uno de los factores que contribuyen a explicar la mayor productividad de la atenuación en él que en España, en donde esta estratificación es mucho más tenue.
Hablar de distancia en relación con los temas tratados es hablar de tabúes. Hablar de atenuación es, por lo tanto, en este caso, hablar de eufemismos. Es de todos conocido que en América tabúes y eufemismos no conocen límites. Podría ser ese un argumento a favor de nuestra hipótesis: la atenuación en el castellano de Chile es mayor que la que se manifiesta en el español peninsular.
Dedicamos un apartado a mostrar lo eufemístico que llega a ser nuestro castellano cuando connota temas universalmente tabuizados. Pero, puesto que lo que desde niños aprendemos a ver y lo que aprendemos a dejar de ver varía significativamente de una cultura a otra, mencionar diferencias en el repertorio de temas tabúes de cada cultura es hablar de distintas "visiones de mundo". De este modo, la atenuación, lejos de ser un tema puramente lingüístico, nos refleja diferencias bastante constitutivas entre la cultura chilena y la española.
Aunque no es nuestro objeto aquí ahondar en estos aspectos, nos parece fundamental señalarlos y, con ello, abrir puertas a la posibilidad de nuevos estudios de carácter interdisciplinarios, estudios que sigan teniendo como objeto el uso del lenguaje.
Los actos de habla, en la medida en que con ellos el hablante busca influir sobre la conducta de su interlocutor, son también un lugar propicio en el que se manifiesta la atenuación. Existe una relación inversa entre el grado de certeza que el hablante tiene de poder conseguir una respuesta favorable de su interlocutor y el grado de atenuación con el que le formula su enunciado: a menor certeza de conseguir una respuesta deseada, mayor necesidad de atenuar el acto de habla en cuestión. De ahí que la orden y la petición sean los actos que, por excelencia, requieren de la atenuación.
En la conversación, la forma de expresarse del hablante o bien se caracteriza por el predominio del yo, o bien está determinada por una mayor deferencia hacia el interlocutor. Creemos que el predominio del yo es más propio del hablante español que del chileno y que, por el contrario, la deferencia hacia el interlocutor es más propia de este último. Si estamos en lo cierto, esto contribuiría a explicar la mayor productividad de la atenuación en Chile.
Dedicamos unas páginas a mostrar algunos enunciados muy habituales en los que se ve esta actitud diferente de los hablantes.
El hablante español cobra autonomía de su interlocutor y lo responsabiliza de sus acciones en muchas situaciones en las que el chileno, por el contrario, busca participar en la acción conjuntamente con su interlocutor. Así, cuando un invitado en Chile quiere retirarse de una reunión social le dirá al anfitrión: bueno [un bueno retardatario], me voy yendo. Y quedará a la espera de que éste busque retenerlo: pero, quédate un poquito más. Si la misma situación tiene lugar en España el invitado dirá: me voy. Y el invitante responderá: porque quieres. Lo cortés en Chile y en España en este caso se oponen.
Por último, en relación con la distancia que impone el canal, veremos que es inversamente proporcional a la necesidad de recurrir a la atenuación. En efecto, si los hombres necesitan proteger su imagen manteniendo una distancia con los demás, cuanto más cerca estén unos de otros en la interacción comunicativa, su imagen estará más expuesta y, por lo tanto, tendrán una mayor necesidad de recurrir a la atenuación. Por eso, la atenuación será más productiva en la conversación coloquial que en la escritura.
Puesto que es el fenómeno de la atenuación en sí lo que nos interesa en este estudio, nos hemos visto en la necesidad de utilizar un corpus múltiple. Un corpus restringido a un registro y a un código en particular habría limitado peligrosamente nuestra amplitud de miras.
Para el registro escrito habrá ejemplos de la prensa, de cartas personales, de autobiografías campesinas y de estudios de temas afines a las ciencias sociales realizados por autores chilenos. Para el registro oral habrá ejemplos tomados de conversaciones del Habla Culta de Santiago; otros de conversaciones de habla popular y, por último, ejemplos tomados de mi propia competencia como hablante del castellano de Chile.
Si efectivamente conseguimos sentar los cimientos de la atenuación, ésta será, con posterioridad, aplicable a cualquier tipo de comunicación interactiva.