5.1. La estratificación social
La
primera razón que hemos aducido para explicar la mayor atenuación
en el uso del castellano de Chile en relación al de España es
la marcada estratificación social de nuestra sociedad.
Miension-Rigau (1993: 171) afirma que la cortesía como instrumento
de separación de clases sociales opera tanto por medio del lenguaje
verbal como del corporal.
Produce
signos extraordinariamente elocuentes cuya función es la de permitir
el reconocimiento y la clasificación de los individuos.
Queremos
adoptar la distinción que hacen tanto Compte como Beinhauer entre la
cortesía, sin más, y la que Compte ha llamado “cortesía
obsequiosa y servil” y Beinhauer “cortesía señor-criado”.
Efectivamente, si consideramos el nivel socioeconómico de los interlocutores,
la distinción entre estos dos tipos de cortesía se hace imprescindible.
En nuestra sociedad las jerarquías sociales están muy marcadas.
El uso de las fórmulas de tratamiento refleja esa distancia social.
En la España de los últimos años el tratamiento de tú
se ha generalizado mucho. Se establecen relaciones recíprocas entre
personas de los más variados oficios. Las diferencias socioeconómicas
entre esas personas son mucho más tenues que las que se dan en nuestro
país.
Veamos algunos ejemplos que, en nuestro país, ilustrarán lo
que hemos dicho.
1.
En Chile, a diferencia de lo que ocurre en España, las personas que
ejercen oficios ‘no cualificados’ gozan de un muy menor prestigio
social que los profesionales.
En Valencia escuché el siguiente diálogo entre una señora
de aproximadamente 70 años y un repartidor de gas butano:
ella
- ¿no me has traído gas?
él - no, señora, se me ha acabado.
ella - ¿pero, cómo? si yo lo he pedido hace dos días.
él - sí, señora, pero se me ha acabado ¿qué
quiere, que se lo pinte?
En Chile la pregunta final resultaría insultante. Por otra parte, no sería compatible con el tratamiento de usted y con el de señora.
2. Briz (1995: 105) cita el siguiente ejemplo:
Dame algo de dinero (solicita un pobre en la puerta de una Iglesia).
Este
ejemplo, dada la estratificación social de Chile, sería impensable
en nuestro castellano. En una situación análoga el solicitante
no tuteará a su interlocutor, lo tratará de usted.
La petición estará atenuada por por
favor. La plata (dinero) no se mencionará, sólo se
pedirá una moneda, muy probablemente atenuada por el diminutivo monedita.
En lugar de "monedita" podrá aparecer una ayudita.
En este caso, la atenuación conseguida mediante el diminutivo se verá
reforzada por el eufemismo.
La petición podrá formularse de las siguientes maneras: deme
una monedita, por favor;
¿me daría
una ayudita; por favor?
o ¿me podría dar una ayudita, por
favor.
3. El siguiente diálogo tuvo lugar entre un hombre de aproximadamente 30 años que pedía dinero y otro de aproximadamente 40 años.
-
Déme algo de dinero, caballero.
- Llamándome caballero ya la has fastidiado.
- Vale, colega, dame algo.
El hombre se enojó (se enfadó) porque el tratamiento de caballero se reserva en España para personas mayores. En Chile este tratamiento habría sido el esperable en una situación análoga.
4. Las mujeres de la limpieza en Chile son llamadas empleadas y establecen con sus patronas una relación mucho más distante que en España. Un signo evidente de esa distancia es que tratarán indefectiblemente a sus patronas de usted y la llamarán señora. No es esperable que una empleada en Chile le pida ayuda a su patrona para, por ejemplo, levantar un mueble de mucho peso. Tampoco es esperable que emita juicios respecto de lo que ve, ni que le dé instrucciones a su patrona de cómo deben ser hechas las cosas. Este tipo de comentarios no son extraños en situaciones análogas en España. Se puede oír decir a la chica de la limpieza:
Estas puertas están que se van de viaje (= asquerosas); Hoy la casa está muy guarra (sucia); ¿Cuántos días hace que no limpias la cocina?
O bien:
El mocho (estropajo) se ha de pasar con vinagre.
En
las relaciones no recíprocas la atenuación que opera de abajo
hacia arriba es, con frecuencia, producto de la baja autoestima, de lo que
podríamos considerar una autonegación de los hablantes de clase
baja cuando se dirigen a los de clase media y alta. Esta autonegación
se ve reforzada, por supuesto, por la negación que de estos hablantes
hacen los de las clases más poderosas. No los consideran interlocutores
válidos.
Proponemos distinguir entonces entre una cortesía “señor-criado”
y una cortesía entre iguales.
Es evidente que existe una cortesía basada en la relación “señor-criado”,
y es evidente también que una serie de los que hemos considerado recursos
de atenuación están pedidos por este tipo de relación.
No vemos, sin embargo, motivo para considerar, como hace Beinhauer (1991),
esta relación ficticia. En ella -nos dice- “el hablante simula
asumir el papel de servidor del interlocutor, asignando a éste el de
amo” (136).
En Chile este tipo de relación está establecida socialmente
y responde a la gran estratificación socioeconómica de sus habitantes.
En ella un interlocutor es efectivamente el servidor, y el otro, efectivamente
el amo.
La relación es la que se establece, por ejemplo, entre la empleada
(mujer de la limpieza) y su patrona o entre el campesino y su patrón.
Pero se da igualmente entre las personas que ejercen oficios como el de gásfiter
(fontanero), el de electricista, el de cartero, etc. y su cliente. Se produce,
igualmente, entre el mendigo o el vendedor ambulante y el transeúnte.
En resumen, tiene lugar en las múltiples situaciones en las que un
hablante de clase baja se dirige a uno de clase alta.
5.
Un comprador en una panadería en España le dirá al vendedor:
me pones un kilo de pan de huerta y dos ensaimadas.
En Chile el comprador tratará al vendedor de usted
y no utilizará el imperativo sino, muy probablemente, el condicional:
¿me podría
dar un kilo de marraqueta?
5.2. Posible influjo del sustrato indígena
Pero
las diferencias en el uso de la atenuación y de la cortesía
en Chile y en España no se deben exclusivamente a la más marcada
estratificación social del país sudamericano.
Nosotros no hemos estudiado la relación que existe entre atenuación
y afectividad, pero hemos dicho que la atenuación, como la cortesía,
supone una actitud deferente del hablante hacia su interlocutor. Como podemos
ver en la siguiente relación de la Doctrina Cristiana, los indios eran
considerados por los españoles gente blanda, que se mueve más
por los afectos que por las razones. Presumiblemente, por lo tanto, las diferencias
de carácter entre los indios y los españoles se reflejaban en
su lenguaje haciendo que el de los primeros fuera más atenuado que
el de los segundos.
Últimamente,
por experiencia consta que estos indios (como los demás hombres) comúnmente
más se persuaden y mueven por afectos que por razones. Y así
importa en los sermones usar de cosas que provoquen y despierten el afecto,
como apóstrofes, exclamaciones y otras figuras que enseña el
arte oratoria, y mucho mejor la gracia del Espíritu Santo cuando arde
el sentimiento del predicador evangélico. El Apóstol decía:
'Vellem apud vos esse modo et mutare vocem meam'. Porque sin duda, aunque
sus cartas tenían mucha eficacia, era sin comparación mayor
la de su pronunciación y semblante con que daba un espíritu
del cielo a todo cuanto decía, y por esto aconseja tanto San Agustín
que el predicador que desea imprimir la palabra de Dios en otros por sermones,
la imprima primero por oración. Y aunque esto es general a todos, pero
muy especialmente se experimenta que los indios, como gente de suyo blanda,
en sintiendo en el que les habla algún género de afecto, oyen
y gustan y se mueven extrañamente. Porque ellos entre sí mismos
en su lenguaje tienen tanto afecto en el decir, que parece a quien no les
conoce pura afectación y melindre (Tercer Concilio Limense, Doctrina
Christiana, [1584],1985: p.p.356-57 Consejo Superior de Investigaciones
Científicas, Madrid).
Kany (1969) recoge una serie de locuciones verbales de procedencia quechua que han pasado al castellano de diversas zonas de América. Así, por ejemplo, señala:
En Ecuador y en la adyacente zona sur de Colombia hallamos, además de mandar + gerundio, el uso de dar en calidad de auxiliar seguido por un gerundio dar vendiendo = vender, dar matando = matar, etc., construcción corriente no sólo entre el bajo pueblo, sino asimismo en el habla coloquial de personas de cierto grado de cultura. Resulta menos abrupto, y por tanto más cortés, que el simple verbo: usado especialmente en forma de mandato, la fuerza imperativa de la expresión queda morigerada al convertirla en un ruego cortés (Kany, 1969: 255).
No es nuestro propósito aquí extendernos en el estudio del posible influjo de las lenguas de substrato en la atenuación del castellano. Pero sí nos interesa mencionar la necesidad de considerar el sustrato del castellano de América en futuros estudios sobre este tema.